
· Fase 1. Aparecen pocos cabellos blancos en patillas, sienes y parte frontal.
· Fase 2. Las canas son más visibles debido a que empiezan a abarcar más zonas de la cabeza, por ejemplo, la parte posterior del cráneo.
· Fase 3. En esta etapa la mitad del cabello es de color blanco.
· Fase 4. Toda la melena está conformada por canas.
PROCESO

En ese bulbo, un cono de tejidos —la papila y la matriz— reúne las sustancias químicas que harán brotar un cabello. Cuando aún está formándose, cada cabello se impregna de miles de “paquetitos” de un pigmento llamado melanina.
Unas células, que reciben el nombre de melanocitos, producen y mezclan sólo “dos pinturas” básicas para generar la exótica variedad de colores que vemos en el cabello humano.
Un pigmento, la eumelanina, tiñe nuestra cabellera desde el negro más intenso hasta el castaño más claro; el otro, la feomelanina, da lugar al cabello rubio, dorado o rojo.
Con la variación del tamaño, la forma, el brillo y la densidad de los pigmentos, el cabello humano adquiere toda su gama de tonalidades.
Las canas son cabellos normales que con el tiempo van perdiendo su pigmentación natural.
La canicie es el proceso de conversión del cabello de cualquier color en blanco: en este proceso los cabellos se vuelven blancos y traslúcidos debido a que existe una alteración en el sistema de pigmentación.

Según los científicos, uno de los descubrimientos más sugestivos que realizaron es que, cuando esta pérdida sobrepasa un cierto umbral, la fibra del cabello se ve blanca, pero sin embargo sigue habiendo melanocitos presentes. Por otro lado, a pesar de que la proteína vinculada con la producción de la melanina, TRP-2, puede no expresarse en los melanocitos del folículo piloso de la cana, sí lo hace en los melanocitos de la piel, que no desaparecen a lo largo del tiempo ni pierden su color.
Los científicos se entusiasmaron al constatar que la desaparición progresiva de los melanocitos sólo concierne a los que no expresan esta proteína, y formularon la hipótesis de que el gen que codifica la proteína TRP-2 juega un papel crucial en el encanecimiento.